En la entrada anterior cité a Liberman et al. (1967) para
hablar de la constancia perceptiva. Como estoy muy acostumbrado a pensar en voz
alta no me paré a explicar de qué se trata la constancia perceptiva y, posiblemente,
dejé a muchos lectores con ganas de enterarse. ¡Lo siento! Con esta entrada
intentaré subsanar el error, y espero que me perdonen.
Los logopedas[1]
saben que después de haber obtenido un fonema, que antes no pronunciaba un niño
(digamos que menor de 7 años), por ejemplo “k” y quieren automatizarlo, suelen
comenzar con repeticiones en sílaba directa: El
logopeda dice “ka” y el niño lo repite, después dice “ke” y el niño
repite, “ki” también repite, “ko” también, pero al llegar a “ku” el niño –si producía
una anteriorización (pronunciar “t” en vez de “k”) de repente dice “tu”. ¿Qué
ha pasado? Como es algo habitual en los españoles (“mea culpa” y nosotros somos
perfectos –no por el hecho nacional, sino por el hecho personal o "ego"- , pero no deducimos que existe un fallo más allá del
niño que afecta a lo que estamos haciendo) pensamos que el crío es bobalicón, y
lo volvemos a repetir. ¿Por qué se ha producido este fallo? El niño decía bien
toda la secuencia “k” más vocal, pero falla en una vocal y hace una “regresión”
a un sonido anterior. Planteamientos que se realiza el logopeda:
1. El niño tiene problemas de discriminación auditiva. Esta explicación parece ser la adecuada, ya que muchas otras dislalias donde se confunden sonidos, de un modo parecido, son por esta causa. ¿Si? Entonces ¿por qué en este caso lo confunde cuando está pronunciando una serie consecutiva donde no hay otra opción?
2. El niño tiene “inmadurez” (esto de la “inmadurez” siempre viene muy bien para casi cualquier problema -excepto en geriatría que no suele colar-, de modo que no lo olviden, siempre podemos usar esa “etiqueta” y, además, en países –como el estado español- en donde ni la administración pública ni los colegios profesionales ni nadie usa protocolos estandarizados, cada cual puede hacer lo que quiera hasta que algún tribunal dicte en su contra –al menos en el campo de la patología del lenguaje-)
3. Déficit de integración sensorial. El niño no integra adecuadamente los sonidos. (jeje, en inglés pondría el acrónimo “lol” si estuviera en un chat). Actualmente hay muchos terapeutas que se aprovechan, perdón, que trabajan con los déficits de integración sensorial.
4. Déficit de atención (pero que no les envíen a que les diagnostiquen un TDA, por favor), ya que atienden a los primeros sonidos, pero el último es en el que fallan.
5. Cualquier otra ocurrencia.
1. El niño tiene problemas de discriminación auditiva. Esta explicación parece ser la adecuada, ya que muchas otras dislalias donde se confunden sonidos, de un modo parecido, son por esta causa. ¿Si? Entonces ¿por qué en este caso lo confunde cuando está pronunciando una serie consecutiva donde no hay otra opción?
2. El niño tiene “inmadurez” (esto de la “inmadurez” siempre viene muy bien para casi cualquier problema -excepto en geriatría que no suele colar-, de modo que no lo olviden, siempre podemos usar esa “etiqueta” y, además, en países –como el estado español- en donde ni la administración pública ni los colegios profesionales ni nadie usa protocolos estandarizados, cada cual puede hacer lo que quiera hasta que algún tribunal dicte en su contra –al menos en el campo de la patología del lenguaje-)
3. Déficit de integración sensorial. El niño no integra adecuadamente los sonidos. (jeje, en inglés pondría el acrónimo “lol” si estuviera en un chat). Actualmente hay muchos terapeutas que se aprovechan, perdón, que trabajan con los déficits de integración sensorial.
4. Déficit de atención (pero que no les envíen a que les diagnostiquen un TDA, por favor), ya que atienden a los primeros sonidos, pero el último es en el que fallan.
5. Cualquier otra ocurrencia.
Por pura maldad, me dan ganas de dejar las cosas así y
solucionar el problema en un próximo post.
Quizás podríamos realizar apuestas, pero estén seguros que ninguna de
los puntos anteriores es completamente cierto. De modo que para el próximo post resolveremos
el acertijo:
¿Por qué un niño que no sabe leer y tiene una dislalia (de
sustitución y dice “t” por “k”) cuando se realiza la fase de automatización, en
ocasiones es incapaz de repetir “k”
seguido de una vocal y vuelve a cambiar la “k” por “t”?
Creo que en vez de enmendar mi error de la entrada anterior, he vuelto a plantear un problema. Pero no se preocupen, en esto se basaba el Problem Based Learning (PBL) creado en la Facultad de Medicina de la Universidad de Mcmaster en Canadá en la década de los 60 e importado, recientemente, al Espacio Europeo de Educación Superior, donde -aunque parezca increíble- se encuentra inmerso nuestro estado.
[1] O maestros de audición y lenguaje, fonoaudiólogos, fonetistas clínicos, etc., de modo que cuando diga “logopeda” ya saben que me refiero a los
profesionales que trabajan con lenguaje
patológico -entre otras cosas-, tengan la titulación que tengan y el nombre que quieran darle. Para los que no conocen el panorama, en España existe un debate sobre las competencias de los logopedas y los maestros de audición y lenguaje, y es muy de agradecer que alguien piense en lo que le compete y no escurra el bulto.
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