Con esta entrada intentaré
responder a la pregunta con la que terminé el post anterior. Para ello, como viene siendo habitual, les haré
nuevas preguntas, porque, en definitiva, el conocimiento depende de las
preguntas[1]
que nos planteamos tanto como de las
respuestas que somos capaces de encontrar.
¿Cómo reconocemos los fonemas?
¿Se han cuestionado alguna vez la
tasa de fonemas que son capaces de reconocer por segundo?
¿Se procesa igual todas las entradas
de información auditiva, fonemas y sonidos?
¿Qué procesa el cerebro para
entender el habla?
Lo primero que usted se planteará
antes estas preguntas es que el título del blog es inadecuado, esto no parece
que trate de lectura, trata de psicoacústica, fonética perceptiva, neurolingüística,
o cualquier otra cosa, pero no sobre la lectura.
Puede ser que tenga razón y estas
preguntas correspondan a otras ciencias que no son estudiadas por los futuros
enseñantes de la lectura. Sin embargo, el campo es lo suficientemente complejo
para abarcar muchas más disciplinas de las que acabo de enumerar.
La primera pregunta es
interesante: ¿Cómo reconocemos los
fonemas? De hecho, un niño para escribir lo primero que debe hacer es
reconocer que le hemos dicho una serie de sonidos. ¿Cómo se hace?
Si ha empezado a buscar una
respuesta, siento fastidiársela y ser bastante negativo al respecto: No
reconocemos los fonemas, de modo que no siga pensando. De hecho, nunca nadie ha
escuchado un fonema, es imposible porque los fonemas no existen en el mundo
real. Los fonemas son representaciones abstractas de los sonidos del habla o
fonos[2],
sólo existen como categorías teóricas. Usted nunca ha oído un fonema, ha oído
sonidos que se corresponden, todos ellos, con una determinada “letra”, eso es a
lo que llamamos fonema.
Por ejemplo, atendamos al fonema
/n/, en la palabra “Antón” se pronuncia
con la lengua en la base de los dientes, en “nada” se pronuncia con la lengua
en los alveolos superiores, en “lanza”
se pronuncia con la lengua entre los dientes, cuando pronunciamos “Pancho” la
apoyamos en el paladar, y así podríamos poner diversos ejemplos; en ninguno de
ellos la /n/ muestra las mismas características acústicas ni su sonido es
igual, sin embargo los oyentes no nos damos cuenta y la escribimos como “n” en
todos los casos de los alófonos[3]
que acabamos de enumerar, es decir existe una constancia
perceptiva, aunque los sonidos varían, nuestro sistema perceptivo es
capaz de encontrar algo invariable en los sonidos que conforman el lenguaje,
aunque en ellos para la física acústica exista ausencia
de invarianza.
De modo que no se oyen los fonemas porque no existen desde
el punto de vista acústico. Entonces ¿por qué percibimos los fonemas? Porque en
eso estamos de acuerdo: percibimos los fonemas. ¿Cómo es posible que oigamos
algo que no tiene existencia acústica?
La respuesta parece sencilla de
explicar: La percepción del habla es categórica.
Imagínense que tenemos una serie de cajas donde guardamos fonemas, y que estos
tienen “formas” que encajan en ellas, como si se tratara de un puzle. En la
caja del fonema /n/ guardaremos todos los sonidos que sean parecidos, aunque
sean agudos, graves, flojos, fuertes, se oigan roncos, con voz de hombre,
mujer, los diferentes alófonos, etc. si intentásemos guardar una /m/ en la caja
de las /n/ no será posible, ya que no encajaría; es decir, nuestro sistema de
clasificación categorial asignará ese sonido [m] a la categoría /m/ y no a la
/n/; Liberman, Harris, Eimas, Liskery Bastian (1961) encontraron que la
discriminación de las diferencias es mayor entre los límites de los fonemas que
en el centro de las categorías para facilitar el proceso de “ordenar
rápidamente en las cajas”.
Esta categorización de los
sonidos del lenguaje se ha terminado de realizar antes de cumplir el año (Peña-Garay,
2005). Un bebé chino de 4 meses percibe
como diferentes una /l/ de una /r/ al igual que un bebé español, sin embargo 8
meses después sólo el hispano mantendrá está diferencia categórica, gracias a
que su medio lingüístico la posee y él la necesita para entender el lenguaje.
Khul y Miller (1975) demostraron
que este tipo de categorización no es exclusivo de la especie humana y que
mamíferos como las chinchillas también poseen una percepción categorial de los
estímulos fonémicos.
Ahora estamos en condiciones de
responder a la tercera pregunta: ¿Se procesan igual todas las entradas de
información auditiva, fonemas y sonidos? La respuesta es: depende. Depende de si
los estímulos auditivos no lingüísticos están categorizados o no. La música, por ejemplo, está categorizada
y es percibida de forma categorial
(Pisoni, 1978).
Pero, además, lo que nos parece
oír no sólo es producto del sonido, sino que es una mezcla de éste con otras
modalidades de información sensorial; es decir, la
percepción del habla no sólo depende de la información acústica. Para
que se hagan una idea más concreta del asunto vean este video, es una
ilustración del efecto McGurk; se darán cuenta de que perciben algo más que los
estímulos auditivos que les llegan.
En el espectrograma[4]
que se encuentra debajo de estas líneas se representan en el eje de ordenadas
los hercios (o ciclos por segundo) y en el de abscisas el tiempo en
milisegundos. Este gráfico muestra la
frase “Papá come patatas” con una duración total de 1,5 segundos. La frase está
formada por 15 fonemas, con lo que la emisión de fonemas viene a estar dentro
de la frecuencia habitual en español (aproximadamente 10 por segundo), pero es
interesante observar que la duración de los fonemas no es igual, si nos fijamos
en la /t/ marcada en amarillo vemos que su duración está en torno a 37 ms;
mientras que la /s/ marcada en azul se prolonga durante 170 ms.
El espectrograma también nos
permite observar que el sonido del
habla es continuo, no existe división entre palabras ni entre los
diferentes fonemas; las únicas divisiones visibles son las marcadas por las
sílabas. Este es una de los mayores
problemas en el aprendizaje de la lectura. En la lectura y en la escritura el
niño deberá enfrentarse a ello y dominar segmentaciones entre fonemas y palabras, algo que no existe en los estímulos
que maneja. Además, deberá realizarlo con estímulos que pueden llegar a tener
duraciones menores a 40 milisegundos.
Debemos
de ser conscientes como adultos alfabetizados de que la división que realizamos
en letras o fonemas de cualquier texto oral depende de nuestro condicionamiento
por la lectura. Esa división “tan clara” que existe entre “p”-“a”-“p”-“á” (que
no nos cuesta visualizar como letras cuando oímos la palabra) es aprendida
gracias a la lectura, del mismo modo que las secuenciaciones
“ap”-“ep”-“ip”-“op”-“up”, con lo que queda respondida la pregunta de la entrada
anterior.
Referencias
Peña-Garay, M. (2005).
Habilidades lingüísticas de los niños menores de un año. REV NEUROL, 41(5), 291–298.
Pisoni, D.B. (1978). Speech perception, en Estes,
W. K. (Ed. ), Handbook of Learning and Cognitive
Processes, 6, 167-233, Hillsdale, N.J., Erlbaum.
[1]
Las teorías científicas no son
la realidad, y no se corresponden con ella en todos los casos posibles, aunque
las mejores lo hacen en casi todos los imaginables en un momento dado. De
acuerdo con el principio de falsación, se avanza descartando leyes que
contradicen la experiencia; sin embargo nunca estamos en posesión del
conocimiento de la realidad, sólo de modelos que funcionan en determinadas
circunstancias.
[3] Alófono es cada una de las
variantes que se dan en la pronunciación de un mismo fonema, según la posición
de este en la palabra o sílaba, según el carácter de los fonemas vecinos, etc.; p. ej., la b oclusiva de tumbo y la fricativa de tubo son alófonos del fonema /b/. R.A.E Diccionario
de la lengua española 22.ª edición
¿Cómo citar esta entrada?
Marín-Palomar, A.M., (2015).Conciencia fonológica y percepción del habla. En Blog La lectura y su aprendizaje. Blogger. Palma de Mallorca (Acceso: dia/mes/año, puede consultarse en http://lalecturaysuaprendizaje.blogspot.com.es/)
No hay comentarios:
Publicar un comentario