A partir del nacimiento, los seres humanos son capaces de llegar
a discriminar y categorizar los sonidos de cualquier lengua, aunque a medida
que maduran se especializan en el idioma que oyen a su alrededor y se pierde la
habilidad para categorizar los sonidos de todos los demás. De hecho, un bebé a
los 6 meses ya reconoce y categoriza todas las vocales de su idioma y a los 11
meses es capaz de hacerlo con las consonantes. Esto quiere decir que un bebé
chino de 12 meses si escucha una /a/,
figuradamente la metería en una caja mental etiquetada como /a/, es
decir, la habría categorizado como una /a/, pero si escucha una /
ɾ / -que no existe en su idioma- la podría
archivar “etiquetada” como una /l/, como una /g/ o como cualquier otro sonido
que le resulte “parecido” perteneciente
a su idioma (Para una revisión véase Peña, 2005).
Todos sabemos que los niños cuando comienzan a hablar no lo
hacen como adultos, durante algún tiempo hablan haciendo uso de una “lengua de
trapo” –con imperfección articulatoria- que a los abuelos les resulta muy
graciosa, pero por muy simpático que sea, no hay que reforzar esta forma de
habla, ya que si se sigue prolongando más tiempo del normal se convertirán en dislalias o trastornos fonológicos.
Durante el desarrollo los niños hablan “mal”, esto es parte del desarrollo
fonológico normal y son las denominadas dislalias
evolutivas, que se subsanarán por si solas con el paso del tiempo, pero
en caso de que no lo hagan y no tengan
ninguna causa física o mental se les denominará dislalias funcionales;
estás deben de ser corregidas por un especialista. Usted se preguntará ¿Pero
alguna causa ha de existir? Evidentemente. Pero como la logopedia no sabe
exactamente cuál es, se piensa que se trata de alguna función que está
mínimamente alterada y por eso se las denominan “funcionales”.
No hay los suficientes estudios que acrediten si esta
evolución es igual para todos los niños, si depende de los idiomas, países o
circunstancias sociales y culturales de la familia. Tampoco conocemos con certeza su prevalencia o los porcentajes
de afectados por trastornos fonológicos funcionales en la población infantil.
En una revisión llevada a
cabo por Law, Boyle, Harris, Harkness, y Nye (2000) para el Servicio Nacional
de Salud del Reino Unido determinaron que en su país la prevalencia de los
trastornos de habla expresiva fluctuaba del 2% al 25% en los niños de 5 a 7 años.
Por lo que respecta al español, en una muestra de 440 escolares de 5 a 8 años en Cuenca
(Ecuador), Abril y Loja (2011) observaron un 8,4 % de
trastornos fonológicos, aunque estas cifras pueden variar dependiendo de
los países y, por ejemplo, se incrementan con el bilingüismo (Pascual, 1988).
Las cifras reales de los trastornos fonológicos funcionales
en la población infantil española son desconocidas; no existe una sola
comunidad autónoma que posea datos oficiales sobre la prevalencia de este
trastorno, aunque se destinan millones de euros a su corrección a través del
sistema educativo obligatorio, algo que realizan los maestros especialistas
en Audición y Lenguaje. (Esto debería de abrir un debate sobre la necedad de las administraciones en el seguimiento del dinero que deberían administrar, y en las comunidades bilingües sobre el poco caso real que hacen al patrimonio lingüístico que han de fomentar)
Si todos los niños hablan mal mientras se desarrollan y
aprenden su idioma (dislalias
evolutivas), pero hay algunos que hablan mal sin que les “pase nada”, sin que
la causa sea el crecimiento (dislalias funcionales) y esto hay que corregirlo; entonces
usted se ha preguntado algo evidente ¿Cómo se sabe lo que es propio de la
evolución y lo que no? ¿Este niño habla mal o es normal hablar así para su
edad? Cuando usted se pregunta si la altura de un niño se adecúa a su edad, lo
lleva al pediatra, se le mide y se consulta con unas tablas normativas, esto
nos dice si el niño está dentro de lo esperado. Con el habla sucede lo mismo,
se consultan tablas para saber si la pronunciación de un niño es normal. La más
utilizada en España es la de Bosch (1983), está realizada con un total de 293
niños en 1982. ¿Esos 293 muchachos de hace más de tres décadas son los que
marcan la normativa del desarrollo fonológico en España? Sí, así es, y hay que dar gracias que a la Dra. Bosch se
le ocurrió hacer esa tesis, porque fue una iniciativa personal y no
institucional.
Resumiendo, como la lectura requiere la conversión de letras
a fonemas, se ha de saber cómo habla el niño, cómo es su registro fonológico. Antes
de aprender a leer los niños discriminan y categorizan los sonidos de su idioma
y los dicen correctamente. Sin embargo, hay un porcentaje variable que tiene
trastornos de pronunciación más allá de lo normal para su edad. Antes de
relacionar las grafías con los fonemas, hay que asegurarse de que el niño
reconoce auditivamente los fonemas con los que se trabajará. En caso de dudas
se ha de consultar a un especialista, ya que las alteraciones fonológicas tendrán repercusiones en la lectura y la
escritura, Marín (2014) en una estudio con 38 niños, apunta una correlación
de -0,715, es decir aproximadamente en un 71,5 por ciento de los niños con
dislalias existen problemas con la lectura inicial.
________________________________________________________
Referencias (se pueden encontrar todas en internet, excepto una)
Abril, V. A.,
& Loja, C. J. (2011). Evaluación e intervención logopédica de dislalias
funcionales en niños y niñas de primero a tercer año de educación básica.
Universidad de Cuenca, Ecuador.
Bosch, L.
(1983). El desarrollo fonológico infantil: una prueba para su evaluación. Anuario
de Psicología, 1(28), 87–114.
Law, J., Boyle, J., Harris, F.,
Harkness, A., & Nye, C. (2000). The feasibility of universal screening for
primary speech and language delay: findings from a systematic review of the
literature. International Journal of Language & Communication Disorders,
35(2), 165–188.
Marín, A. M.
(2014). Relación entre discriminación auditiva, umbral diferencial tonal y
dislalias en un grupo de alumnos de Educación Infantil y Primaria. Universidad
Internacional de la Rioja.
Pascual, P. (1988).
La dislalia naturaleza, diagnóstico y rehabilitación. Madrid: CEPE.
Peña, M.
(2005). Habilidades lingüísticas de los niños menores de un año. Revista de
Neurología, 41(5), 291–298.
¿Cómo citar esta entrada?
Marín-Palomar, A.M., (2015).Dislalias y lectura. En Blog La lectura y su aprendizaje. Blogger. Palma de Mallorca (Acceso: dia/mes/año, puede consultarse en http://lalecturaysuaprendizaje.blogspot.com.es/)
No hay comentarios:
Publicar un comentario