3 Neuromitos sobre el potencial y uso del cerebro
Estas ideas exageran o distorsionan la capacidad y el
funcionamiento general del cerebro. Tienen raíces en malentendidos de la
neurociencia y han sido ampliamente desmentidos por la investigación
científica. Sus consecuencias en la educación son significativas, ya que fomentan prácticas ineficaces, generan expectativas poco realistas y desmotivan a estudiantes y educadores al subestimar el potencial del aprendizaje basado en evidencia.
Para contrarrestarlos, es crucial promover la alfabetización
neurocientífica entre los educadores y fomentar enfoques pedagógicos basados en
investigaciones rigurosas.
1. Solo usamos el 10% de nuestro cerebro
Descripción y origen
Este neuromito sostiene que los seres humanos solo utilizamos el 10% de su
capacidad cerebral y que, si pudiéramos aprovechar el resto, alcanzaríamos
habilidades cognitivas extraordinarias, como una memoria prodigiosa o unas capacidades
casi sobrenaturales.
Su origen se remonta a malentendidos de investigaciones de finales del siglo XIX y principios del XX, como las ideas de William James, quien sugirió que las personas no explotan todo su "potencial mental".
También se ha atribuido a interpretaciones erróneas de estudios
de neuroimagen que muestran actividad localizada en ciertas áreas del cerebro
durante tareas específicas, lo que llevó a la creencia de que el resto del
cerebro permanece "inactivo".
Este mito ha sido perpetuado por la cultura popular,
incluyendo películas, libros de autoayuda y productos comerciales que prometen
"desbloquear" el potencial cerebral.
Explicación científica
La neurociencia moderna desmiente rotundamente este mito. Estudios de
neuroimagen, como la resonancia magnética funcional (fMRI) y la tomografía por
emisión de positrones (PET), muestran que prácticamente todas las regiones del
cerebro están activas en diferentes momentos, dependiendo de la tarea
realizada. Incluso durante el reposo, el cerebro mantiene una actividad
significativa a través de la red neuronal por defecto (default mode network),
que está involucrada en procesos como la introspección y la memoria (Raichle et
al., 2001).
Además, el cerebro es un órgano metabólicamente costoso, que
consume aproximadamente el 20-25% de la energía total del cuerpo, lo que sería
ineficiente si gran parte de él estuviera inactivo (Lennie, 2003).
Por otra parte, las lesiones en cualquier área cerebral,
incluso en las consideradas "silenciosas" en el pasado, pueden tener
efectos significativos en la cognición, la emoción o el comportamiento, lo que
demuestra que no hay regiones "sin usar".
Referencias
- Raichle, M. E., MacLeod, A. M.,
Snyder, A. Z., Powers, W. J., Gusnard, D. A., & Shulman, G. L. (2001).
A default mode of brain function. Proceedings of the National Academy
of Sciences, 98(2), 676–682. https://doi.org/10.1073/pnas.98.2.676
- Lennie, P. (2003). The cost of
cortical computation. Current Biology, 13(6), 493–497. https://doi.org/10.1016/S0960-9822(03)00135-0
- Boyd, R. (2008). Do people only
use 10 percent of their brains? Scientific American. https://www.scientificamerican.com/article/do-people-only-use-10-percent-of-their-brains/
Consecuencias en el ámbito educativo
- Promoción de prácticas pseudocientíficas: Este mito ha dado lugar a programas y productos educativos que prometen "activar" el potencial cerebral no utilizado, como aplicaciones de entrenamiento cerebral o técnicas de aprendizaje acelerado sin base científica. Esto puede llevar a los educadores y padres a invertir tiempo y recursos en métodos ineficaces.
- Expectativas
poco realistas: La creencia de que los estudiantes pueden alcanzar
habilidades extraordinarias al "desbloquear" su cerebro puede
generar presión innecesaria sobre ellos y desviar la atención de
estrategias pedagógicas basadas en la evidencia, como la práctica
espaciada o el aprendizaje activo.
- Desconfianza
en los métodos tradicionales: Los docentes pueden llegar a subestimar
enfoques educativos probados, optando por soluciones rápidas que prometen
resultados milagrosos, lo que reducirá la calidad de la enseñanza.
2. Los juegos de entrenamiento cerebral o programas de estimulación
aumentan la inteligencia general (CI)
Descripción y origen
Esta idea sugiere que ciertos juegos de entrenamiento cerebral o programas de estimulación cognitiva pueden mejorar sustancialmente la inteligencia general (CI) o las capacidades cognitivas en diversas áreas.
Este mito se popularizó en la década de 2000 con el auge de aplicaciones
y juegos que afirmaban estar basados en principios neurocientíficos,
aprovechando el interés público en la plasticidad cerebral y el aprendizaje.
Explicación científica
La investigación ha demostrado que los programas de entrenamiento cerebral
suelen producir mejoras en las tareas específicas que se practican
(transferencia cercana), pero no hay una evidencia sólida de que estas mejoras
se generalicen a otras habilidades cognitivas o a la inteligencia general
(transferencia lejana).
Un estudio de Owen et al. (2010) encontró que, tras seis semanas de entrenamiento cerebral intensivo, los participantes mejoraron en las tareas entrenadas, pero no en medidas generales de inteligencia o memoria de trabajo.
La inteligencia general, medida por el CI, es un constructo complejo
influenciado por factores genéticos, ambientales y educativos, y no puede
mejorarse significativamente con juegos aislados (Simons et al., 2016). Además,
la plasticidad cerebral, aunque real, depende de la práctica sostenida y
específica en contextos significativos, no de actividades genéricas de
"entrenamiento cerebral".
Referencias
- Owen, A. M., Hampshire, A.,
Grahn, J. A., Stenton, R., Dajani, S., Burns, A. S., Howard, R. J., &
Ballard, C. G. (2010). Putting brain training to the test. Nature, 465(7299),
775–778. https://doi.org/10.1038/nature09042
- Simons, D. J., Boot, W. R.,
Charness, N., Gathercole, S. E., Chabris, C. F., Hambrick, D. Z., &
Stine-Morrow, E. A. L. (2016). Do “brain-training” programs work? Psychological
Science in the Public Interest, 17(3), 103–186. https://doi.org/10.1177/1529100616661983
- Melby-Lervåg, M., & Hulme,
C. (2013). Is working memory training effective? A meta-analytic
review. Developmental Psychology, 49(2), 270–291. https://doi.org/10.1037/a0028228
Consecuencias en el ámbito educativo
- Desperdicio
de recursos: Las escuelas y los padres pueden gastar dinero en
programas comerciales de entrenamiento cerebral que no ofrecen beneficios
significativos, desviando estos recursos de intervenciones educativas más
efectivas, como la enseñanza personalizada o el desarrollo de habilidades
metacognitivas.
- Falsa
confianza en los estudiantes: Los estudiantes que usan estos programas
pueden desarrollar una percepción errónea de mejora en sus capacidades
cognitivas, lo que puede reducir su esfuerzo en otras áreas del
aprendizaje.
- Desatención
a las estrategias basadas en la evidencia: Los educadores podrían
priorizar estos juegos sobre métodos probados, como la práctica deliberada
o el aprendizaje basado en proyectos, que tienen un impacto más
significativo en el desarrollo cognitivo y académico.
3. La inteligencia es fija y determinada genéticamente
Descripción y origen
Esta idea sostiene que la inteligencia es un rasgo inmutable, determinado
exclusivamente por factores genéticos, y que no puede desarrollarse
significativamente a través de la educación, la práctica o el entorno.
Este mito tiene sus raíces en interpretaciones erróneas de
estudios de gemelos que muestran una heredabilidad significativa del CI, así
como en la popularización de teorías como la de la "mentalidad fija"
frente a la "mentalidad de crecimiento" (Dweck, 2006). También ha
sido reforzado por visiones deterministas en la educación que asumen que los
estudiantes tienen un "límite" innato en su capacidad de aprendizaje.
Explicación científica
Aunque los factores genéticos influyen en la inteligencia (con estimaciones de
heredabilidad entre el 50-80% en adultos), el entorno juega un papel crucial en
su desarrollo, especialmente durante la infancia y la adolescencia.
La teoría de la plasticidad cerebral demuestra que el aprendizaje y la experiencia pueden modificar las conexiones neuronales y mejorar las habilidades cognitivas a lo largo de la vida (Lövdén et al., 2010).
Las intervenciones educativas, como el enriquecimiento ambiental, la enseñanza estructurada y la práctica deliberada, han mostrado mejoras significativas en el rendimiento académico y en medidas de inteligencia fluida (Nisbett et al., 2012).
Además, la mentalidad de crecimiento, promovida por Dweck (2006),
enfatiza que la creencia en la maleabilidad de la inteligencia puede motivar a
los estudiantes a esforzarse más y alcanzar mejores resultados.
Referencias
- Dweck, C. S. (2006). Mindset:
The new psychology of success. Random House.
- Lövdén, M., Bäckman, L.,
Lindenberger, U., Schaefer, S., & Schmiedek, F. (2010). A theoretical
framework for the study of adult cognitive plasticity. Psychological
Bulletin, 136(4), 659–676. https://doi.org/10.1037/a0020080
- Nisbett, R. E., Aronson, J.,
Blair, C., Dickens, W., Flynn, J., Halpern, D. F., & Turkheimer, E.
(2012). Intelligence: New findings and theoretical developments. American
Psychologist, 67(2), 130–159. https://doi.org/10.1037/a0026699
Consecuencias en el ámbito educativo
- Efectos
negativos en la motivación: Si los estudiantes o los educadores creen
que la inteligencia es fija, los estudiantes pueden desmotivarse ante el
fracaso, asumiendo que no tienen la capacidad para mejorar. Esto refuerza
una mentalidad fija que limita el esfuerzo y la perseverancia.
- Etiquetado
y desigualdad: Este mito puede llevar a clasificar a los estudiantes
como "inteligentes" o "no inteligentes", lo que puede
resultar en generar unas expectativas bajas para algunos estudiantes y en
perpetuar desigualdades educativas, especialmente en grupos marginados.
- Subestimación
de las intervenciones educativas: Los docentes podrían descuidar
estrategias de enriquecimiento educativo, como programas de tutoría o
actividades extracurriculares, al asumir que la capacidad de los
estudiantes no puede cambiar, lo que limitará su desarrollo académico y
personal.
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